Querida Reserva: ¡¡Feliz Cumpleaños!! Siete años pasaron ya desde que se concretó la idea de un par de... personas casi normales (¡está bien!¡Lo digo!¡Un par de DEMENTES!). Nunca hubiera pensado que dos personas que a simple vista parecen tan distintas tuvieran tanto que ver. Y, biológicamente hablando, nunca se me hubiera ocurrido pensar que dos mujeres pudieran tener tantos hijos, que somos todo el equipo de voluntarios. Y si, es fácil considerarse hijo de un proyecto cuando -como en mi caso- crecés en él, por él y para él. Entrar en la Reserva fue para mí, no un cambio de vista, sino un ir más allá de lo que podía ver. Trabajar en la Reserva es más que trabajar por la Naturaleza, es trabajar en uno mismo, y esto lo digo para todos aquellos que están leyendo u oyendo esta carta. Pocas cosas son las que a uno le dan felicidad verdadera, y yo, ahora que puedo mirar todo un poco desde afuera, puedo decir: "Soy feliz gracias a la Reserva". La Reserva desde el principio fue para mí casa, familia y escuela. Es casa porque siempre hay un mate para recibirte (o para que recibas a otro), te sentís cómodo en cualquier lugar, y tiene eso que cuando llegás, te parás, mirás alrededor respirás profundo, suspirás y te sale esa típica frase: "Hogar, dulce hogar". Es familia también, porque toda casa tiene su familia, sólo que esta tiene varias madres, algunos padres, pero lo principal, todos nos consideramos hermanos. Y por último escuela, porque yo pensaba que iba para divertirme y al final terminé aprendiendo (así como los chicos del jardín de infantes). No sólo aprendí de la Naturaleza, aprendí de política, economía, agronomía, relaciones públicas, educación y sobre todo, aprendí que el futuro no está predeterminado, el futuro lo hacemos nosotros, ahora, en este momento, sin esperar un segundo más. En este momento que hago la visita guiada estoy cambiando el futuro, en este momento que doy una charla estoy cambiando el futuro, en este momento que estoy trabajando con todos mis hermanos voluntarios estoy cambiando el futuro. Al que viene por primera vez, quiero decirle que nunca es demasiado tarde para empezar, porque es probable que si no empezás ahora, cuando estés por pasar a otra vida, te digas "No hice todo lo que pude hacer". Así que los invito a que en vez de arrepentirse mañana, cambien hoy. Para concluir, quiero decir que la Reserva tiene ya siete años, y tiene sólo siete años, y con esto quiero decir que nos queda mucho camino por recorrer y toda una sociedad que cambiar. Queridos hermanos voluntarios: ¡Sigamos cambiando el futuro! Y como se diría en otros tiempos: ¡Larga vida a la Reserva!
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Querida Reserva:
¡¡Feliz Cumpleaños!! Siete años pasaron ya desde que se concretó la idea de un par de... personas casi normales (¡está bien!¡Lo digo!¡Un par de DEMENTES!). Nunca hubiera pensado que dos personas que a simple vista parecen tan distintas tuvieran tanto que ver. Y, biológicamente hablando, nunca se me hubiera ocurrido pensar que dos mujeres pudieran tener tantos hijos, que somos todo el equipo de voluntarios. Y si, es fácil considerarse hijo de un proyecto cuando -como en mi caso- crecés en él, por él y para él.
Entrar en la Reserva fue para mí, no un cambio de vista, sino un ir más allá de lo que podía ver. Trabajar en la Reserva es más que trabajar por la Naturaleza, es trabajar en uno mismo, y esto lo digo para todos aquellos que están leyendo u oyendo esta carta. Pocas cosas son las que a uno le dan felicidad verdadera, y yo, ahora que puedo mirar todo un poco desde afuera, puedo decir: "Soy feliz gracias a la Reserva".
La Reserva desde el principio fue para mí casa, familia y escuela. Es casa porque siempre hay un mate para recibirte (o para que recibas a otro), te sentís cómodo en cualquier lugar, y tiene eso que cuando llegás, te parás, mirás alrededor respirás profundo, suspirás y te sale esa típica frase: "Hogar, dulce hogar". Es familia también, porque toda casa tiene su familia, sólo que esta tiene varias madres, algunos padres, pero lo principal, todos nos consideramos hermanos. Y por último escuela, porque yo pensaba que iba para divertirme y al final terminé aprendiendo (así como los chicos del jardín de infantes). No sólo aprendí de la Naturaleza, aprendí de política, economía, agronomía, relaciones públicas, educación y sobre todo, aprendí que el futuro no está predeterminado, el futuro lo hacemos nosotros, ahora, en este momento, sin esperar un segundo más. En este momento que hago la visita guiada estoy cambiando el futuro, en este momento que doy una charla estoy cambiando el futuro, en este momento que estoy trabajando con todos mis hermanos voluntarios estoy cambiando el futuro.
Al que viene por primera vez, quiero decirle que nunca es demasiado tarde para empezar, porque es probable que si no empezás ahora, cuando estés por pasar a otra vida, te digas "No hice todo lo que pude hacer". Así que los invito a que en vez de arrepentirse mañana, cambien hoy.
Para concluir, quiero decir que la Reserva tiene ya siete años, y tiene sólo siete años, y con esto quiero decir que nos queda mucho camino por recorrer y toda una sociedad que cambiar. Queridos hermanos voluntarios: ¡Sigamos cambiando el futuro! Y como se diría en otros tiempos: ¡Larga vida a la Reserva!
Celebrando con ustedes,
Sebastián L. Muñoz
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